CELEBRACIONES DE LA EUCARISTÍA

2/7/09

Preparación: San Pablo

Lecturas:Gn 22, 1-19
Mt 9, 1-8
Presidente: Ernest Martínez sj
Preparada por la Comisión precapitular

HOMILÍA

Ustedes comienzan en estos días una gran empresa por la gloria de Dios nuestro Padre. Están buscando la voluntad de Dios para ustedes y para su congregación, para el bien de la Iglesia y el pueblo de Dios y como cumplirla en la mejor manera.
Me han pedido de darles algunos reflexiones sobre San Pablo en este año de S. Pablo aquí donde está enterrado. He pensado que la mejor manera de hacer esto es dejar a S. Pablo hablar por si mismo. Ustedes van a reflejar sobre la cultura, su identidad, la interculturalidad, y la universalidad en relación al Reino de Dios. En una manera semejante bien que diferente S. Pablo también tenía experiencia en esta materia.
IDENTIDAD DE PABLO PRIMERO
DE SU CONVERSIÓN Y LLAMADA

Hablando de quien era primero de su conversión se puede sentir su orgullo creciente. Dijo:
Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que se basa en la Ley, irreprochable. (Fil 3,4-6)
Y en otro lugar escribió:
Ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios y la asolaba. En el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres.
(Gal 1,13-14)
DESPUÉS DE LA CONVERSIÓN
Pero entonces conoció a Jesús. Dios Padre lo reveló a Pablo:
Pero agradó a Dios, él que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo lo predicara entre los gentiles. . . (Gal 1,15-16)
De esta revelación dice:
Por último, como a un abortivo, se me apareció a mí. Yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; aunque no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. (1 Cor 15,8-10)
Era la gracia de Dios, el buen favor de Dios para con Pablo, que lo cambió completamente. La gracia de Dios lo puso en contacto con Jesucristo. Pablo non sería jamás lo mismo. De todo el pasado podía decir:
Pero cuántas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo. (Fil 3,7-8)
Ahora Pablo sabía bien quien era, era uno que había estado asido por el Señor Jesús y que da ese tiempo va siempre hacia la meta que Dios le ofrece:
No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Fil 3,12-14)
Cristo Jesús tomó posesión de Pablo, eso es, lo hizo suyo. Esto ciertamente es el fondo de su convicción que desde aquel momento su vida era «en Cristo» (2Cor 12,2), a fondo de su capacidad de decir: «vivo, no soy yo, es Cristo que vive en mí» (Gal 2,20), y al fondo de su aserción «para mí, el vivir es Cristo» (Fil 1,21). Todas estas expresiónes únicas de la unión de Pablo con Cristo tienen sus raíces en la experiencia de Damasco cuando Dios reveló su Hijo a Pablo y Jesús lo hizo suyo.
IDENTIDAD NUESTRA – LA GRACIA DE DIOS EN MI
¿Y que piensa Pablo de nuestra identidad como Cristianos? Conoce bien que también está envuelta con Jesús. Dios nos ha hecho sus hijos y hijas por el don de el Espíritu Santo en el modelo de Jesucristo:
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiéramos la adopción. Y la prueba de que sois hijos, es que Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: “¡Abba – Padre!”. Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo. (Gal 4,4-7)
Ahora nuestra identidad como cristianos está completamente envuelta con Jesús. Somos hijos de Dios y hermanos de Jesús y el Padre nos ve así. Todo lo que hacemos debe ser como hijos y hijas de Dios y hermanos y hermanas de Cristo, caminando delante a Dios como él. Como dice San Pablo:
Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. A los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. (Rom 8,28­29)
Y de el Espíritu de este Hijo, Pablo escribe:
Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios, pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: “¡Abba – Padre!”. El Espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. (Rom 8,14­17)
Esto quiere decir que ahora estamos en una relación de intimidad estrecha con Dios y su hijo: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.” (1Cor 1,9)
¿Pero porqué? ¿Porqué nos ha hecho tus hijos? Por esta pregunta tan simple y al mismo tiempo tan profunda, quizás la respuesta más simple y también mas profunda es: «Porque Dios nos ama». Pablo es completamente convencido de esto y así llama a los cristianos sencillamente «hermanos amados de Dios» (1Tes 1,4). Son sus hermanos porque todos son hijos de Dios en Cristo y todos son amados como tales por Dios. El iniciativa de Dios en nuestra adopción es para Pablo un acto del mas profundo y puro amor. Nos dice que «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado» (Rom 5,5).
TRABAJO DE DIOS Y DE CRISTO – TRABAJO NUESTRO
Y porqué fuimos llamados a la comunión con Cristo, somos también llamados a una misión, al trabajo mismo de Dios, al trabajo que Dios mismo hace con su Hijo Jesús. ¿Y cual es el trabajo de Dios y su Hijo? El increíble amor de Dios se muestra en este pasaje de Pablo donde se ve el Padre que trabaja en el Hijo reconciliando consigo al mundo, y que en una maniera igualmente increíble nos encarga a nosotros el ministerio de la reconciliación:
De modo que si alguno está en Cristo, es una nueva creación: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación: Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros. (2Cor 5,17-20)
El amor de Dios por todo el mundo está vivo en todo esto. Es universal y así la nuestra misión es universal. Nadie está afuera del amor de Dios. Él está pronto de dar todo lo necesario por la nuestra salvación.
Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no eximió a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Rom 8,31-32)
Y el amor del Hijo Jesucristo también se ve en manera incomparable:
Cristo, cuando aún éramos débiles, al tiempo establecido murió por los impíos. . . Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (Rom 5,6-8)
Pues el amor de Cristo nos tiene fuerte, habiendo llegado a esta conclusión: que uno murió por todos, por consiguiente, todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y fue resucitado por ellos. (2Cor 5,14-15)
Por este trabajo de llamar a todos a este amor nos ha escogido Dios, y es un trabajo universal.
. . . nuestro Señor Jesucristo, por medio de él recibimos la gracia y el apostolado para conducir a todas las naciones a la obediencia de la fe por amor de su nombre. (Rom 1,4-5)
El carisma especial que ustedes tienen de su Fundadora Santa Juana de Lestonnac es la educación a través de la palabra. Por Pablo, esto era esencial para difundir la fe, para anunciar el evangelio, la buena noticia. Pablo escribe a los Romanos ― a nosotros aquí en Roma:
Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Cristo. (Rom 10,17)
CÓMO SE HACE EL TRABAJO DE DIOS,
CÓMO SE DIFUNDE LA PALABRA

¿Y como se debe hacer este trabajo, como se debe difundir esta palabra? Pablo lo dice en manera admirable, y lo que él dice nos dice mucho sobre la cuestión de la cultura, de la interculturalidad, y de la universalidad, de el respeto para todas las culturas y personas. Podemos aprender mucho de su espíritu de libertad, de su simplicidad y su amor por todos.
Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar al mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la Ley (aunque yo no esté sujeto a la Ley) como sujeto a la Ley, para ganar a los que están sujetos a la Ley; a los que están sin Ley, como si yo estuviera sin Ley (aunque yo no estoy sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin Ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él. (1 Cor 9,19-23)
El espíritu de amor para todos se ve en este pasaje. Es un desafío para todos nosotros, es un desafío para seguir siempre el ejemplo de amor de nuestro Señor y San Pablo.
Vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros, porque toda la Ley en esta sola palabra se cumple: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Gal 5,13-14)
Y este amor se hace en una palabra sencilla che nos deja Pablo de Tarso.
Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y de esta manera cumpliréis la ley de Cristo. (Gal 6,2)
ESPERANZA EN LA MISIÓN
Pero es fácil sentirse de vez en cuando casi sin esperanza, sin esperanza de poder amar a todos y hacer el trabajo de Dios. De nuevo Pablo, que había sufrido mucho por su misión de llevar la palabra a las naciones, nos dice como el lo podía hacer, como nosotros lo podemos hacer. Y lo dice con voz fuerte:
Todo lo puedo en Aquel que me fortalece. (Fil 4,13)
Y cuando sentía su debilidad decía:
Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en insultos, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2Cor 12:9-10)
Pablo dejaba la fuerza de Jesús entrar en él. Y cuando parecía que el pecado dominaba en el mundo, cuando en nuestros días parece que mi proprio pecado domina, y que el pecado del mundo domina sobre todo, ahora las palabras de Pablo nos ayudan a recordar la verdad:
Pero cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia. (Rom 5,20)
Al comenzar su Capítulo General, nuestro Señor les dice las mismas palabras que dijo a sus dicipulos quando estaban desanimados y asustados: “¡Tened ánimo! YO SOY, no temáis. Y subió a la barca con ellos, y se calmó el viento” (Mc 6,50-51). Nesuna tempestad, nada puede dominar sobre nuestro Señor, y así estamos siempre seguros de la victoria de nuestro trabajo. El Señor Jesús vive en nosotros (2Cor 13,5; Gal 2,20), el Espíritu Santo tiene su morada en nuestro corazones (Rom 8,9-11), y somos templos de el Señor Dios (2Cor 6,16) como Pablo enseña magistralmente. Así estamos siempre seguros en el amor de Dios. A los Romanos y a nosotros Pablo escribe:
De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. A los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no eximió a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? ¿Dios el que justifica? [¡Claro que no!] ¿Quién es el que condenará? ¿Cristo el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros? [¡Claro que no!] ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? . . . [¡Pues claro que no!] Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro. (Rom 8,26-39)
Que otra cosa podemos decir después de estas palabras. De nuevo Pablo nos enseña, Y podemos siempre terminar con estas palabras:
Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amén. (Fil 4, 20)
Y yo les hago esta oración al comienzo de su Capítulo General:
La gracia del Señor Jesucristo y el amor de Dios nuestro Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amen. (2Cor 13,1)

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